Mi amiga Yamila siempre está hablando del tema. Tenemos que aceptar que los apocalípticos están entre nosotros y debemos convivir con el tema, aunque no queremos.
Pero evidentemente es contagioso, ya que es alarmante la cantidad de bunkers, casas para esperar el fin del mundo que proliferan en el planeta.
Nos hace pensar que esa gente sabe algo que nosotros no.
En España, solamente, se han conocido al menos 500 refugios antiatómicos, con una capacidad de 20 mil personas.
Las profecías dejan su estela y los bunkers van creciendo.
Muchos de estos bunkers son verdaderos palacios del confort, te dan ganas que realmente ocurra el fin del mundo para usarlos.
Pero en la realidad cotidiana, qué tenemos que hacer las personas comunes para tener esa seguridad.
Personalmente no creo que quiera existir en un mundo en el que no pueda disfrutar del aire, ya sufrí la falta de él en ocasión de estar en países muy altos, como en Bolivia, o en muy polucionados como El Cairo, y créanme, no querré quedarme en el mundo sin aire natural.
Pero investigando sobre el tema, porque como dije, mi amiga Yamila me contagió un poco, al menos por curiosidad, me propuse pensar qué hacer para construir la casa del futuro fin del mundo.
Recurrí la opinión de especialistas, ingenieros, físicos, y algún que otro científico que se tomó en broma la pregunta.
El modelo de casa atómica me sorprendió. En todos los casos, el diseño contemplaba necesidades básicas, evacuar, hidratarse, entretenerse.
Salas de juego imprescindible. El fin del mundo pronostica que al menos podrás prever una sobrevida de unos 20 años.
De las respuestas me llama la atención que a nadie se le ocurre, por ejemplo, incluir una biblioteca. Qué hacés jugando al ping pong o al metegol 20 años, no lo sé.
Aunque tampoco sé si te resuelve el problema leyendo durante 20 años. Pero al menos para mí, sería fundamental. Si me pregunta cuál es el lugar ideal para diseñar un bunker es cavándolo debajo de la Biblioteca Nacional, o debajo de la librería más grande. Luego diseño un tubo por el que poder succionar los libros sin preocuparme por la radiación, o en su defecto, incluir el recinto superior y producir una especie de vacío, para que no deteriore los libros. Veinte años aguanta.
El otro tema que me llama la atención es justo eso: veinte años. Cuando ni Chernobyl que parece un pálido ejemplo de lo que nos espera en el fin del mundo, pudo restablecerse desde abril de 1986, 30 años y aún es inservible, y dicen que lo será para toda esta generación que está viva.
No sé, para mí, por ahora, lo de los bunkers o refugios para el fin del mundo son fantasías de lujo que tienen los que ya están del otro lado, pero que el dinero les hace creer que no.
Sin embargo, hay personas muy emblemáticas que se prenden con la ilusión, e incluso lo cuenta. Famosos, famosos como Charles Cháplin, de qué le sirvió, debió preocuparse antes por la fórmula de la inmortalidad, antes que el búnket; Sofía Loren, que quería tener varios, dicen que ya tenía uno en Suiza y quería construirse otro en España; supongo que bajo la idea que si el fin del mundo la agarraba en cualquiera de los dos países tenía el problema resuelto.
Tampoco tengo muy claro de qué sirven refugios con autonomías de 20 años, si dicen que la radiactividad dura como 5000 años o más. Capaz llega una gran llamarada del sol y nos chamusca a todos, antes que podamos salir del refugio.
Yo qué sé, sigo pensando que el tema de los bunkers es descabellado, tanto como si llegara el fin del mundo como si sólo fuera la bomba atómica, que están muy cerca de ser lo mismo, para qué te querés quedar en un mundo en el que estás solo vos y unas 19.999 personas más. Si con tantos que somos en el mundo, la tolerancia con el vecino es baja, imaginate cuando no haya muchas opciones.
No sé, creo que mi amiga Yamila lo único que ha logrado es reforzar la idea que lo mejor que puede pasar llegado el fin del mundo es desaparecer antes que nadie, así no sufrís el dolor de las pérdidas, no sólo humanas, sino la pérdida de un futuro.